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Nuevo libro "Escritura de alta tensión": Entrevista a Roberto Hozven

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El académico de la Facultad de Letras UC escribió un libro sobre Luis Oyarzún, el cual será presentado oficialmente el 28 de abril, pero que ya se encuentra disponible en las librerías. A propósito de su publicación, Artes y Letras del diario El Mercurio realizó una entrevista al profesor Hozven, la cual les presentamos a continuación.

Nuevo libro"Escritura de alta tensión": Luis Oyarzún, un gran americanista

Un logrado perfil intelectual de uno de los ensayistas y críticos sociales más interesantes de nuestro país ofrece este libro realizado por el académico de la Universidad Católica de Chile Roberto Hozven. Se presenta el 28 de abril, pero ya está disponible en librerías.

Antonio Sotomayor B.


El notable intelectual dominicano Pedro Henríquez Ureña decía que la más alta característica de nuestra América eran los "hombres magistrales". Personas que eran "verbo de nuestro espíritu y creadores de vida espiritual". En esta lista incluía a los libertadores Bolívar y Martí, y a educadores como Bello y Sarmiento. ¿Qué tenían en común?

Fueron todos escritores. Intelectuales que pensaron y proyectaron una Hispanoamérica emergente, soñando con una tierra mejor. Fueron, entre otros, los grandes americanistas.

A esta lista Roberto Hozven, coordinador de investigación de la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile, suma a Luis Oyarzún, escritor y académico chileno cuyo Diario Intimo, que mantuvo desde 1949 hasta su muerte, en 1972, ha sido catalogado como un hito cultural, lleno de agudas observaciones y lúcidas críticas sobre la realidad chilena.

Instalado en su oficina del tercer piso de la facultad de Letras de la UC, al que los alumnos conocen como "El Olimpo", Hozven da algunas claves sobre su último libro.

-En el prólogo, usted dice que "diez años para escribir un libro es mucho tiempo". ¿Qué justifica diez años invertidos en la obra de Luis Oyarzún?

-Que la fuerza intelectual y el esplendor estético (siguiendo a Harold Bloom) de la escritura de Oyarzún, nos dan sabiduría. Sabiduría, por ejemplo, de que si quiero entender el mundo y participar íntegramente en él debo salir de la cápsula de mi yo, de la seguridad de mis pequeños cálculos, utilitarismos y prejuicios. Ir más allá de la inmediatez de mi contingencia para saturarme de la infinitud que nos envuelve.

-¿Por qué incluye a Oyarzún entre los grandes americanistas?

-Yo creo que desde su Diario, si lo leemos hacia atrás, es un americanista. De Chile llega a América. Es ahí donde se conecta con Martí, Darío o Sarmiento. Localmente se conecta con Bello y Lastarria; sin embargo, tiene diferencias: es más crítico y escribe mucho mejor. Además, no sólo se preocupa de lo grande, ni piensa de manera positivista, a modo de bien o mal, como lo hacían ellos con las constituciones. Él repara en lo mínimo, en la pedacería de nuestra vida cotidiana, entendiendo el bien y el mal como una unidad contradictoria. Y aunque también quiere enseñar a vivir a una nación, enseña a otros enseñándose antes a sí mismo. La semejanza es que identifica aspectos de la idiosincrasia no sólo chilena sino también latinoamericana; por ejemplo, "el titanismo", que es algo negativo, la tendencia narcisista a "sentarse en todo". Como aspectos positivos ve la idea del continente en "el tercer día". Una América no totalmente jardineada, no diseñada aún por completo. Que nos da la oportunidad de mirar el mundo "con los ojos del primer día". Es eso de Zeus versus el Pillán: los latinoamericanos sabemos de dioses y cosmogonías griegas, romanas e incluso hindúes, mucho más que de nuestros dioses autóctonos, originales, que nos son desconocidos. No sabemos cuáles son nuestros mitos propios. ¿Y cuál es la importancia de los mitos? Que a través de ellos se humaniza la naturaleza. Y ayudan a tener una percepción de por dónde va la realidad.

-¿Podría dar algún ejemplo de la fuerza intelectual y el esplendor estético que encuentra en Oyarzún?

-La de Oyarzún no es la fuerza del filósofo sistemático que escribe un tratado, sino la fuerza del filósofo poeta, más cercano a Nietzsche que a Kant, que piensa con intuición, a la manera del espíritu de sutileza: con principios comunes, que están a la vista de toda la gente, se establecen relaciones insólitas, que nadie ha percibido. Por ejemplo, la relación que hace entre los políticos y los futbolistas. Uno se podría preguntar qué tienen que ver. Y el responde que, tanto los políticos como los futbolistas, están totalmente alejados, sin preocuparse de nosotros, de sus representados, y simplemente juegan su juego en el estadio del poder, donde están encapsulados. Nosotros en relación a ellos ¿qué somos? Gritos. Gritos de apoyo o de repudio. Nada más.

-¿Y el esplendor estético?

-Oyarzún privilegia la experiencia estética porque estético, para él, significa acceso a una "visión íntegra" de la realidad que se mira. Por cierto, la experiencia estética florece en los mitos, el lenguaje y la buena literatura. Por eso, escribir bien es tan importante. Se podría decir que la figura literaria típica de él es el oxímoron, el juego de oposiciones que crean un tercer sentido inesperado, sorprendente. Es ahí donde aparece comúnmente el esplendor estético de la prosa de Oyarzún, cuando crea oximorones que nos dejan lelos.

-¿Como cuáles?

-"Zozobra esperanzada", por ejemplo. Según él, rasgo típico de la chilenidad. Cercano al "ponerse el parche antes de la herida". Tenemos esperanza secreta de que algo resulte pero, para que resulte tenemos que ponerlo como sea en un estado de vulnerabilidad, como su posible fracaso. '¿Como va tu petición de préstamo?', pregunta uno. 'Noo, eso no va a resultar', responde el otro, aunque espere que sí. Es una manera de exorcizar la angustia al fracaso, nombrando lo pésimo. O"nihilismo milagrista", también es bien chileno: todo es negro, pero igual se espera el milagro. Son frases presocráticas, como las de Heráclito, que a uno le vuelan la cabeza, y que son producto de la intuición, de la sutileza del espíritu.

-Una vez más habla del "espíritu" en Oyarzún, ¿qué significa para él?

-Para Oyarzún el espíritu era fundamental, y aunque era tremendamente religioso, no tenía que ver con algo sobrenatural. En él, el espíritu es lo que permite nombrar, dar orden al todo que me rodea, que puedo sentir sin distinguirlo. Frente a eso, innombrado, desconocido, el espíritu hace divisiones: noche, día, etc. Es el rayo que ilumina y me hace ver. Como cuando nos habla del roto andariego y del huaso socarrón como dos prototipos del ser chileno. O cuando alguien transforma la luna, "ese terrón mineral inhóspito", en "el espejo del alma". Eso es el espíritu, cuando la imaginación de los seres y cosas nos humaniza, ayudándonos a recuperar el sentido de las proporciones.

-¿De ahí el énfasis en la responsabilidad moral de los escritores e intelectuales?

-Claro. Oyarzún siempre criticó la ausencia de literatura moral en Chile. ¿Y qué es la moral? Tener un cuadro general de lo real. Ubicarse en él, para desde ahí establecer coordenadas que permitan la construcción de un ciudadano, lejos de lo meramente fantasioso o resentido, que sería la entrada del titanismo: la profusión de estas figuras fuertes, encarnadas en Neruda y de Rokha que, como sienten que se les debe todo, se sientan en todo. A ellos opone a Mistral (norte ético y no sólo poético para Oyarzún), quien exploró con amor y verdad la naturaleza y humanidad de América, sin haber cedido a la voluptuosidad del resentimiento.

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